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De víctima a protagonista: sólo vos podés salvarte

Probablemente, este artículo no sea el primero ni el último que leas sobre el problema del victimismo versus el protagonismo, pero tenemos el deber de escribir y dar nuestro punto de vista al respecto porque es un clásico. Es un dilema genérico en las Empresas y Organizaciones de hoy, pero no es nuevo: el espíritu de las excusas, el fantasma del miedo y la sombra de la comodidad caminan desde siempre al lado del ser humano.

 

Dedicarse a la Gestión del Talento y no escribir sobre la importancia de dejar de ser una víctima de las circunstancias para ser un protagonista de nuestro destino, sería como dedicarse a la guitarra en el rock y no saber el riff o la melodía de “Smells like teen spirit” de Nirvana o “Cerca de la revolución” de Charly García. Son clásicos y no son sofisticados. Por eso no podemos omitir este dilema humano.

 

Para ilustrar con cuentos o situaciones célebres esta problemática, podemos pensar en el ya trillado caso de la lluvia, donde una persona llega tarde y totalmente empapada a una reunión, llamando la atención de los presentes, mojando el piso y la silla donde se sienta y generando una cierta incomodidad en la sala. Ante las miradas, la persona se defiende diciendo: “Qué increíble, se largó a llover de un momento para el otro y no tuve tiempo de hacer nada, sabrán disculparme…”. Observemos un poco más rigurosamente esto: ¿Las disculpas son genuinas? ¿Existe una justificación real que dé lugar a la compasión de quienes están en la sala? En rigor no existe una auto-reflexión o una auto-crítica que represente el aprendizaje de la persona que se disculpa, porque simplemente rechaza todo tipo de responsabilidad.

 

Básicamente, toda la conducta del personaje principal es evasiva: de increíble en la lluvia no hay nada, sucede desde el principio de los tiempos; sucedió por supuesto de un momento para el otro porque los fenómenos climáticos son prácticamente espontáneos, no hay nubes que revelen “lloverá en 2 horas y 15 minutos, prepárese señor” o “no se preocupe, estas nubes no tienen lluvia” (la tecnología sobre el clima también falla); por otro lado el tiempo es lo único que tenemos, es de lo que está hecha la vida misma; y finalmente no podemos estar seguros de que las personas de la sala “sabrán” disculparlo.

 

Tratemos de ir más profundo, ilustrándolo ahora con la respuesta del coordinador de la reunión, que vamos a imaginarlo como un buen líder, coherente, atento, sensible. Después de la excusa o justificación del hombre que llega a la sala, el líder responde: “Estimad@, entiendo su planteo, pero no lo comparto. Permítame recordarle que usted está completamente mojado, así que será mejor que crea en esa lluvia porque es real, el saco de pana que lleva puesto ahora está un poco deteriorado por el agua y sus zapatos de gamuza tampoco salieron ilesos. En segundo lugar, no le será fácil anticipar los fenómenos climáticos por arte de magia o adivinación, pero recuerde que siempre puede recurrir a la previsión del clima desde una simple aplicación en su teléfono móvil, o si prefiere puede tener un paraguas en el baúl del auto o un buen piloto de lluvia; en tercer lugar y quizás lo más importante, estimad@, lo único que usted tiene es tiempo. De hecho no posee nada más, todo lo que usted cree tener es tan frágil como una burbuja de aire en el agua. Usted es sólo realmente dueño de su tiempo; y finalmente, no puedo aceptar sus disculpas en nombre de todos, pero sí puedo decirle que lo compadezco por ser una víctima de usted mismo y no una víctima de las circunstancias.”

 

¡Qué situación más común! Tratemos de aprovechar esta reflexión para ver en nuestras propias vidas cuándo y cuánto recaemos en el victimismo, sea por excusas, miedo o comodidad, y qué precio estamos pagando por ello. Por ejemplo, ¿quiero un aumento de sueldo pero no he pensado cómo contribuir más o mejor al modelo de negocios de la empresa? ¿Quiero un mejor trabajo pero en mi consciencia lo único que percibo es “un país sin solución donde todo es siempre lo mismo”? ¿No estoy conforme con mis relaciones familiares pero guardo muy internamente conversaciones cruciales que nunca tuve? ¿Pretendo ser más querido por mis amigos o mi pareja pero no me mantengo en un nivel de relación digno de ser admirado? ¿Qué nos está pasando en la vida sobre las cosas que realmente nos importan y qué nivel de responsabilidad y protagonismo estamos tomando para acercarnos al resultado deseado?

 

Un poema de Benedetti habla sobre lo mismo pero con las palabras opuestas que usamos en el título: “No te salves… no te quedes sin labios, no te duermas sin sueño, no te pienses sin sangre, no te juzgues sin tiempo…” A eso apuntamos: no te salves queriendo quedar apartado de un problema o una situación difícil por omitirla o evadirla, más vale ser valiente y protagonista, porque sólo así toma vida la reflexión que usan los japoneses sobre el aprendizaje: “un error es un tesoro”, pero sólo si atesoramos conscientemente y con protagonismo nuestra vida. Haciéndonos cargo de los que vivimos y decidimos.

 

Ya es tiempo de reconocer el poder que tienen nuestras interpretaciones sobre la realidad, porque ellas moldean nuestra visión de las cosas y definen el mundo en que cada uno vive. Seamos conscientes de que cada día, a cada momento, estamos decidiendo cómo ver el mundo y qué hacer con nuestro tiempo, porque será eso, y no otra cosa, lo que nos lleve al puerto que arribemos mañana.